El pasado viernes falleció la socia de Bateginez Maitena Belaustegigoitia. Tenía 90 años y su nombre irá unido al del bombardeo de Durango, que sobrevivió junto a su hermana Yone, cuando ambas eran apenas unas niñas.
Recuerdo una visita a su casa, hace ya algunos años. Yone aún vivía, pero salir a la calle como solían, las dos agarradas del brazo, les daba ya cierto reparo. Su piso, cerca de la calle Kurutziaga y muy cerca del lugar donde calleron las bombas. Estaba impoluto, lleno de recuerdos y de muestras de su manera de enfrentar la vida, como la foto del lehendakari de aquel entonces, junto a una pequeña ikurriña.
Se interesaban por Pochuta y por lo que allí ocurría y querían que recogiera una carta para el becario al que apoyaban en sus estudios. Lamentaron no poder acercarse hasta la oficina para entregarla, pero aún se sentían comprometidas con el proyecto. "Nosotras sabemos lo que es pasar penurias y tenemos que hacer lo que podamos", me dijo Yone, en aquel momento, mientras su hermana asentía con la cabeza.
Hablamos del bombardeo en su amado euskera, del exilio y de aquella vez cuando, estando ya más allá de las fronteras, se encontraron con unos soldados alemanes "en una de esas motos con sidecar"... y se dieron cuenta de que aún no habían escapado de la guerra. Hablamos también del conflicto en Guatemala y de la necesidad del apoyo entre las gentes sencillas.
Poco después Yone falleció y Maitena pasó a vivir en una residencia, a pocos metros de su casa. Ahora que Maitena también nos ha dicho agur debemos llevar su testigo. Agur, beti.