lunes, 8 de noviembre de 2010

Hace tres años... Pochuta

El siguiente texto reproduce un artículo de opinión enviado por el señor Cesar García al diario Guatemalteco Prensa Libre y publicado el 23/10/2007. Son ya tres años de estas palabras y aún podemos suscribirlas.

Claro y conciso: Pochuta

“Hoy día muchos cafetales están abandonados, pues por la baja altitud, el cultivo no se cotiza bien, de hecho muchas fincas dejaron de producir, por ende de demandar mano de obra”.

El lunes de las semana pasada, recibí una atenta invitación de personeras del “Programa Mundial de Alimentos” en nuestro país, para visitar una de las muchas comunidades a las que apoyan.

La visita se efectuó justamente el recién pasado martes, con ocasión del Día Mundial de la Alimentación… pensé que era una buena forma de honrar ese importante día y acompañé a estas profesionales que hacen una labor plausible y hasta envidiable, en nuestro país.

La primera sorpresa –previo al viaje– fue saber que aunque visitaríamos San Miguel Pochuta, Chimaltenango, iríamos, no por la carretera a occidente, sino por la costa sur… la razón, es que el acceso desde Chimaltenango está inhabilitado como consecuencia del devastador Mitch… es decir pronto, se cumplirá una década de que dicho acceso se encuentra abandonado… a su suerte.

El viaje fue largo, no obstante ser solamente unos 140 kilómetros, de los cuales más de 30 son de terracería, y aunque la vegetación es exuberante y el paisaje digno de verse, uno puede percatarse –siendo un poco observador– de lo cerca… pero a la vez lo aislada que se encuentra esta comunidad que otrora fue un emporio cafetalero.

Hoy día muchos cafetales están abandonados, pues por la baja altitud, el cultivo no se cotiza bien, de hecho muchas fincas dejaron de producir, por ende de demandar mano de obra y algo terrible pasó; Pochuta (que es como comúnmente se le llama) es hoy día, una comunidad que no pareciera –aunque lo es– un municipio de Chimaltenango.

El abandono es tal que la población –lejos de crecer– va en descenso, no existe una sola gasolinera, sino dos bombas viejas que dan ese servicio y –ojo– no entra la señal de ninguna de las compañías telefónicas que operan en nuestro país, detalle este último que da cuenta de la insignificancia que –para la nación– representan los “pochutecos”.

Fuimos recibidos muy amablemente por personeros de la “Asociación Pochuteca” en lo que fue una finca cafetalera –que presumo– fue vendida al Banco de Tierras y posteriormente trasladada a la comunidad; había “fiesta” en el lugar, piñatas y dulces, llevados gentilmente por personeros de el Programa Mundial de Alimentos; los niños estaban felices, hubo un concurso de dibujos y la premiación respectiva… el tema de todos los dibujos… algo que ha escaseado en el lugar… comida.

El grato recibimiento, la algarabía de los pequeños, la disposición al servicio de nuestros anfitriones, así como del personal de la Secretaría de Seguridad Alimentaria, etcétera, no dejaba ver demasiado la realidad de ese municipio… literalmente abandonado.

La realidad es terrible, pues casi siete de cada 10 niños pochutecos padecen desnutrición crónica infantil, y aunque el indicador para todo Chimaltengango es muy similar que para todo el país (uno de cada dos niños desnutridos crónicos) para este municipio –visiblemente pobre– asciende a 65 por ciento de los niños padeciendo esa muerte en vida.

Los esfuerzos son plausibles… pero insuficientes, la voluntad de la gente –de campo– involucrada en el combate a la Desnutrición Crónica Infantil –con quien tuvimos ocasión de hablar– es innegable, su actitud es la correcta, pero obviamente –aunque ellos (as) no lo digan– sus ojos revelan frustración, impotencia y una solicitud desesperada de más apoyo, evidencian un deseo gigantesco, porque el problema de desnutrición crónica suba de nivel y se convierta en una prioridad nacional.

A partir de todo el conocimiento obtenido desde que empecé a escribir sobre esta vergonzosa problemática, le cuento algo –amable lector– nunca más he vuelto a ver a uno de nuestros niños en los pórticos de viviendas, chozas o ranchos pobres, con los mismos ojos… pues tengo la certeza de que –al menos– uno de cada dos de ellos, ha sido sentenciado –mediante nuestra indiferencia y la negligencia y deshonestidad de nuestros gobiernos– a una cruel cadena perpetua… una condena de limitación física y mental. Si quiere ver el reportaje completo de Pochuta, sintonice el próximo domingo a las 7:30 PM GuateVisión.

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